miércoles, 5 de noviembre de 2008

Sobre la opción de no tener, o sí, descendencia

No quiero tener hijos ni hijas. Nunca. Al menos es lo que pienso a día de hoy. Acepto que la vida da muchas vueltas y quién sabe lo que pensaré mañana. No por ello no respeto a quien lo desee. Les planteo a los que comparten conmigo cierto estado del bienestar (no precisamente procurado por el estado), eso sí, una duda respecto a tener hijos engendrados por ellos mismos o adoptados. No entiendo porqué el deseo de tener un hijo o hija propia se limita a aquel que lleva tu sangre, tus genes, tu raza. Son muchos los niños en el mundo que mueren al día y muchos más los que a pesar de no morir están desprotegidos, viven en la pobreza y la exclusión social toda su vida. No entiendo porqué el deseo de la mayoría de la gente no tiene que ver con ayudar a un ser humano a crecer y a tener una vida feliz, sino a tener hijos propios.


Pero discusiones como la anterior a parte, lo que verdaderamente sorprende, escandaliza y por momentos molesta y cabrea a mucha gente es simplemente la negativa a querer tener descendencia. Yo no les acoso a ellos a preguntas sobre su deseo, o incluso su necesidad, pero ellos parecen sentirse atacados por mi discordante parecer. Parece que no aceptan mi opción vital. Te interrogan como si nunca hubiesen pensado sobre la posibilidad de no tenerlos, como si ni tan siquiera existiera esa opción en sus vidas. Reaccionan como si atacaras ya no una opción, un deseo, o una necesidad propia, sino una creencia. Preguntan el porqué, cuál es el trauma infantil o personal que tengo, qué grave problema familiar he sufrido, cómo puedo ser tan egoísta, para qué he venido al mundo... que lo que tengo es miedo a parir, que si todos pensaran como yo el mundo se acabaría, o incluso que si tan poco me importa la vida por qué no me suicido (?).

Ha cambiado mucho en los últimos 50 años la concepción de los hijos e hijas. Mi padre y mi madre fueron concebidos por motivos económicos, como mano de obra barata. Ellos se encontraron formando una familia lejos de su origen rural. Sin embargo habían sido educados con el mismo ideal vital, formar una familia, es decir, casarse y tener hijos e hijas. Nuestros padres y madres ya no tuvieron su descendencia por motivos económicos, así que la mayoría no sólo no nos han explotado laboralmente sino que se han esforzado por darnos aquello que ellos no pudieron disfrutar, es decir, se han preocupado por explotarnos intelectualmente (en algunos casos también físicamente, como puede ser la práctica deportiva). Hoy en día los jóvenes comprueban como el núcleo familiar de referencia se diluye entre muchos nuevos modelos. Hoy en día no hay un objetivo vital único, la procreación... ¿o sí?

Nuestro abuelos y abuelas necesitaban a sus hijos para mantener su sistema económico, pero sin duda les querían muchísimo. Nuestros padres no nos necesitan para nada y sólo se preocupan de que tengamos lo que ellos no tuvieron y además nos quieren muchísimo. Nosotros podemos tener hijos e hijas simplemente para quererlos muchísimo... Pero está claro que necesitamos razones para justificar la pérdida económica que hoy en día suponen, el tiempo que arrebatan, la vida que limitan de forma radical... No es simplemente la necesidad de amar la que impulsa a los padres de hoy en día: "dan sentido a mi vida, me realizan como persona, son la alegría de la casa, es una satisfacción verlos crecer"... Y a fin de cuenta ¿qué otra cosa puede conseguir darnos mejor todo esto que un hijo o una hija?

Que nadie se tome éste post demasiado en serio. Son simples pinceladas para orientar la reflexión, que muchos considerarán maniqueas o malintencionadas. Intento explicarme por qué la gente se siente tan atacada por una opción personal, por algo que no les afecta, no es ni su vida, ni su familia, ni su descendencia (todavía que lo haga mi madre puedo entenderlo).

2 comentarios:

R y Mc dijo...

Pues no entiendo que alguien pueda 'atacarte' por eso, francamente. Hay momentos en los que uno piensa que traer a alguien más a este mundo es un acto de crueldad. En todo caso, es decisión de cada uno. Una decisión muy personal. Sólo faltaría que tratasen de obligarnos a crear vida, con toda la responsabilidad que conlleva...

R.

tzesire dijo...

En la parte oral de un examen oficial de inglés me preguntaron cuántos hijos quería tener. ¿Cuántos?
Cuando me soltaron el otro día lo del suicidio lo flipé demasiado.
Pues sí, responsabilidad, esa es una de las cuestiones clave, y a todos los niveles, no sólo económico, sino también afectivo, educativo, moral...