martes, 27 de mayo de 2008

Impresiones tras varias experiencias en prisiones

En los últimos meses he tenido la oportunidad de entrar en varias ocasiones a tres prisiones de la provincia de Barcelona, para organizar y llevar a cabo varios encuentros socio-deportivos entre estudiantes universitarios e internos.

No planteo aquí la cuestión de los derechos mínimos que tienen los reclusos como personas, que para mí ni siquiera es una cuestión. Es muy fácil encontrarnos con el manido "¿y si se lo hubiesen hecho a tu hijo?", pero antes preguntas de este cariz, respuestas del mismo estilo, "¿y si fuese tu hijo el que lo ha hecho?".

Así pues partía de una buena predisposición sobre lo que podía vivenciar y la experiencia no me ha defraudado. Muchas son las impresiones de estos días, pero a modo de conclusión dos son las reflexiones finales, o mejor dicho, dos son las ideas que reafirmo tras mi paso por la cárcel.

La primera reflexión es que todo el mundo tiene derecho a ser tratado como una persona. Pero mientras el sistema legal esté articulado para castigar y nunca para rehabilitar, por mucho que se enseñe en las universidades de derecho, está consideración queda en un segundo plano. Sí, son personas, con expectativas, con ilusiones, con valores. Encontramos en la mayoría de los casos experiencias de vida muy conflictivas o incluso dramáticas desde la infancia, personas que nunca han tenido una oportunidad fuera de su entorno, en las que nunca se ha confiado. No tenemos derecho a juzgarles más de lo que lo ha hecho el sistema penal y por el contrario, estaría bien preguntarnos qué pasa detrás de los muros y las alambradas, en lugares como la Modelo de Barcelona, una manzana invisible en medio del barrio Nova Esquerra del Eixample, en la que el 24 de mayo de 2007 vivían 2.098 personas.

La segunda reflexión es que no se puede confiar en nadie. En estos encuentros es fácil obtener una imagen distorsionada de los internos, vemos su mejor parte. No están allí precisamente por buenos, aunque siempre haya alguno que esté pagando lo que no ha hecho. Pero seamos sinceros. No se trata de ser especialmente desconfiados con ellos, todo el mundo fallar, yo la primera, queriendo o sin querer. Hay una diferencia entre que alguien te deje colgado con un trabajo, en una cita, que te mienta en una relación, te manipulen psicológicamente o te asesten una puñalada por la espalda, en sentido literal. Pero en el fondo se trata de lo mismo, y si en el día a día es mejor tenerlo en cuenta para vivir mucho mas tranquilos sin esperar nada de nadie, agradeciendo todo lo que pueda llegar de bueno, en una cárcel aun menos podremos esperarlo. Hay que dar oportunidades y confiar en las personas pero no seamos ilusos.

"Ninguno estás aquí por bueno, pero no somos salvajes a los que tratar como animales."

1 comentario

Andreu dijo...

Estic bastant d'acord amb el que expliques. Trobo que tens part de raó quan dius que no tenim dret a jutjar-los més del que ja ho ha fet el sistema penal, però em sembla que tampoc som ningú per absoldre'ls. De fet, si ho he entès, més avall diria que també dius alguna cosa així.

No comparteixo massa les al·lusions a les diferències entre persones i animals (suposo que per animals vols dir els animals no humans) com a motiu per justificar que els presos mereixen un bon tracte.